En
Kos desembarcaron nuestros dos grumetes Joaquim y Mireia y dejaron
sitio a Kyrill. Entre desembarco y embarco entablamos amistad con
Manolis, el simpático propietario de un bar muy acogedor situado en
primera línea de mar a las afueras de Kardamena. Ese bar a sido
nuestro lugar de despedidas, de reencuentros, de barbacoas y de
cervezas bien frías. También ha sido un lugar de nuevos encuentros
pues allí conocimos a Simon, un hombre de Nueva Zelanda que andaba
de camino a una boda de un amigo en Irlanda pero que se desvió de su
ruta y se coló en nuestro barco por unos días. ¡Tengo que confesar
que al principio fui un poco reticente a la propuesta pero ha
resultado ser una bonita experiencia!
Así
pues, Kyrill, Simon, Olivier y yo pusimos rumbo a Symi, otra isla
perteneciente al Dodecaneso. Allí hemos pasado varios días en
diferentes calas, siempre rodeados de parajes desérticos, aguas
transparentes y alguna que otra cabra suelta. El puerto principal de
la isla es un verdadero caos de goeletas y veleros por doquier y más
de un navegante nos ha aconsejado de no mojar el ancla allí porque
nunca se sabe si después se podrá levarla sin problema... Aunque
también cabe decir que vale la pena visitar la ciudad.
Luego
nos dirigimos a Tilos. Allí amarramos en el puerto gratuitamente ya
que la persona que se ocupaba de cobrar no recibía su sueldo, así
que dejó de cobrar a los barcos. Esta isla no recibe mucho turismo y
es un lugar agradable para pasar unos días. El paisaje sigue siendo
el mismo, altas montañas, acantilados que surgen del agua y
vegetación desértica. Es un paisaje espectacular y muy bonito,
diferente a lo visitado hasta ahora.
Desde
ese puerto nuestro kiwi tomó un ferry rumbo hacia su destino
inicial, la boda de su amigo en Irlanda.
Nosotros
intentamos volver a Kos pero el Meltem atacó de nuevo. En cuanto
pasamos el cabo para poner rumbo a nuestro destino unas fuertes
ráfagas de unos 40 nudos nos hicieron tomar la decisión de volver a
puerto. Kyrill tomó un ferry para encontrarse con su novia Camille y
de allí cogieron otro ferry para reunirnos todos en la isla de
Rhodos. Un pequeño descenso del viento y un rumbo de buen través
nos permitió a Olivier y a mí llegar a esta otra isla sin
problemas.
Ahora
mismo nos encontramos en Lindos, una bonita cala protegida del
Meltem. El pueblo, turístico 100%, está coronado por una mezcla de
ruinas griegas y castillo amurallado.
Fondeo tranquilo protegido del viento del Norte
Una proa de bonitas formas al pie de la escalera que lleva a las ruinas de Lindos.
La hora de las sombras ha llegado...
Anoche
tuvimos una pequeña sorpresa... Volviendo hacia la cala donde
habíamos dejado nuestro chinchorro descubrimos que... ¡el
chinchorro no está! Camille y yo tuvimos que volver nadando al barco
y Olivier y Kyrill también tuvieron que darse un baño nocturno
después de inspeccionar la playa del pueblo para ver si lo
encontraban... Por suerte esta madrugada lo hemos divisado atado a
unas rocas, nuestro chinchorro no es famoso por su “manejo fácil”
así que el caco no pudo ir muy lejos. Hemos estado buscando los
remos toda la mañana pero no aparecen. ¡Cómo veamos al gracioso
que ha intentado quitarnos nuestro super-chinchorro lo vamos a dejar
verde!
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