Recogimos
a Joaquim en la isla de Aigina y ese mismo día pusimos rumbo al
este, hacia la isla de Kithnos. La travesía empezó sin apenas una
brisa y a medida que nos fuimos acercando a nuestro destino pudimos
ir apreciando cómo los vientos predominantes de esta época se iban
imponiendo. Y con ellos nuestras velas se iban reduciendo de manera
considerable. ¡Menudo genio este Meltem!
Ya
situados en las costas de Kithnos, más concretamente en la bahía de
Ormos Apokriosis, encontramos fondeados a nuestros amigos del Common
Sense y juntos decidimos entrar en el puerto de Merichas ya que el
viento iba a subir en los próximos días y de esta manera el acceso
a tierra es siempre más cómodo. El puerto está bien al abrigo pero
para atracar de popa al muelle hay que asegurarse de que el ancla
está bien cogida ya que el fondo es profundo y rocoso. La popa del
Common Sense sufrió algún que otro golpe contra el muelle por culpa
de esto...
Las
islas Ciclades son características por su paisaje árido y rocoso.
Paseando por el interior solo encontramos muros de piedra por
doquier, matorrales con pinchos, capillas ortodoxas y alguna que otra
higuera con unos frutos deliciosos. De vez en cuando también se
encuentran pequeños pueblos de calles estrechas muy bien cuidadas y
muros blancos y espesos que ofrecen al caminante un cobijo muy
apreciado cuando el sol está en lo más alto.
Anclar
en Mykonos no fue tarea fácil. Como siempre el Meltem empezó a
soplar duro al medio día y entrar en el nuevo puerto de la ciudad
con las ráfagas que venían fue imposible. Decidimos entonces
dirigirnos hacia el sur de la isla y mojamos el ancla en Kalo Livadi.
Muy buen fondeo (aguantamos estoicamente ráfagas de hasta casi 50
nudos) pero las motoras que arrastran a los turistas en cosas
flotantes a alta velocidad hacen que la natación resulte un tanto
peligrosa... Allí se nos unió Laurent, el padre de Olivier, que
tubo que embarcarse a nado ya que con nuestro chinchorro a remos era
imposible alcanzar la costa. ¡Sin embargo Marino, mi padre, tubo más
suerte! A los pocos días aprovechamos que el viento se calmó un
poco y pudimos atracar en el nuevo puerto de Mykonos. En esta época
del año este viento predominante sopla sin cesar así que la
decisión de salir a navegar se debe tomar cuando “no sopla tan tan
fuerte”...
Por
tanto decidimos que la semana en la que teníamos a los dos papis a
bordo no moveríamos el barco del puerto. Hemos visitado juntos la
pequeña isla de Delos, la que fue la más grande ciudad antigua del
mar Egeo. La leyenda cuenta que la diosa Léto, seducida y luego
abandonada por Zeus, erró por el mundo llevando el fruto de sus
relaciones con el maestro de los dioses. Héra, esposa de Zeus,
prohibió su acogida en la tierra así que la pobre Léto solo pudo
encontrar un pequeño islote miserable para dar a luz a Apolón y
Artemis. La isla fue creciendo en prosperidad y deseada tanto por
griegos, egipcios y romanos. A partir del siglo IV antes de J.C. se
fue convirtiendo poco a poco en el principal puerto del Mar
Mediterráneo oriental. Su situación en el centro del Egeo y su
carácter sagrado explican este prodigioso desarrollo económico. La
isla fue el gran mercado de cereales y de esclavos de la Grecia
oriental, así como el centro de almacenaje y redistribución de
aceite, vino y madera. Alrededor del siglo I antes de J.C. llegó a
alcanzar los 25.000 habitantes. ¡Imaginad la cantidad de ruinas que
se encuentran en una isla de 3,6 Km2!
Y
como no, también hemos visitado Mykonos en moto... ¡Eso si que ha
sido una aventura!
Ahora
mismo os escribimos desde Kos. En Mykonos nos despedimos de nuestros
progenitores y saltamos de las islas Cíclades al Dodecaneso. Una vez
llegue nuestro nuevo grumete, Kyrill, imagino que volveremos a las
Cíclades... ¡Nos quedan aún muchas islas por visitar si el Meltem
nos lo permite!
1 comentario:
Que boooo, El Marino està fet tot un Lobo de Mar!!! Quina enveja nois, i quina passada de fotosss
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